martes, 22 de marzo de 2011

Las radiaciones electromagnéticas que generan los cables de alta tensión y las estaciones, subestaciones y centros de transformación eléctricas así como las microondas emitidas por las antenas de telefonía, radio y televisión, los teléfonos móviles, los inalámbricos, los Wi-Fi, los radares y numerosos aparatos domésticos -como los ordenadores, los televisores y otros- pueden interferir en el ADN celular y por tanto en el correcto funcionamiento del organismo perjudicando gravemente la salud. Obviamente no todos en la misma proporción. Son ya numerosos los trabajos científicos que lo demuestran. Entre ellos un documentando informe que constata que la exposición continua a las radiaciones electromagnéticas puede provocar trastornos neurológicos (irritabilidad, cefalea, astenia, hipotonía, síndrome de hiperexcitabilidad, somnolencia, alteraciones sensoriales, temblores y mareos), mentales (alteraciones del humor y del carácter, depresiones y tendencias suicidas), cardiopulmonares (alteraciones de la frecuencia cardiaca, modificaciones de la tensión arterial y alteraciones vasculares periféricas), reproductivos (alteraciones del ciclo menstrual, abortos, infertilidad y disminución de la libido sexual), dermatológicos (dermatitis inespecíficas y alergias cutáneas), hormonales (alteraciones en el ritmo y niveles de la melatonina, substancias neurosecretoras y hormonas sexuales) e inmunológicos (alteraciones del sistema de inmunovigilancia antiinfecciosa y antitumoral) además de incrementar el riesgo de cáncer, especialmente leucemias agudas y tumores en el sistema nervioso central en niños. Es más, hoy se sabe que el impacto de las ondas electromagnéticas es acumulativo y que el riesgo de padecer cáncer se multiplica por 3,29 entre quienes viven o trabajan a menos de 400 metros de una antena.

Cabe agregar que no existe en el mundo un sólo científico que no haya puesto su conciencia en alquiler o venta que niegue ya la potencial peligrosidad de las radiaciones electromagnéticas. EL CONSENSO SOBRE SU PELIGROSIDAD ES UNÁNIME. Lo único que se discute es si hay niveles de radiación admisibles y si existe un punto a partir del cual se pone ya en riesgo la salud de los seres vivos. Y en ese sentido hay que decir que es ABSOLUTAMENTE FALSO que la comunidad internacional esté de acuerdo unánimemente en que por debajo de las 100 microteslas de radiación no riesgo para la salud.

Por otra parte es intolerable que sea cada persona afectada por radiaciones electromagnéticas la que tenga que demostrar su peligrosidad. Deberían ser las empresas eléctricas y de Telefonía las que DEMUESTREN CIENTÍFICAMENTE que las radiaciones electromagnéticas son INOCUAS. Algo que no han podido demostrar jamás en ningún lugar del mundo. En cambio la influencia negativa de las radiaciones electromagnéticas en los organismos vivos SÍ está científicamente constatada.

Va siendo hora pues de que nuestras autoridades políticas y sanitarias, los jueces, las organizaciones de consumidores, los medios de comunicación y las empresas afectadas asuman sus obligaciones y responsabilidades. Nos estamos jugando mucho y no es aceptable que se siga engañando a la población.


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