jueves, 13 de octubre de 2011

A pesar de que un periodista al servicio de la oligarquía venezolana haya recibido el premio Rey de España de periodismo por un falso documento que ni rodó, ni editó, ni nada, a pesar del fulminante despido del director de Tribuna Americana de la Casa de América, a pesar de la prohibición de Amnistía Internacional en Canadá, a pesar de tantos censores, la difusión del documental "La revolución no será retransmitida" está siendo un éxito que aúna la denuncia y el periodismo comprometido con la realidad. Las críticas elogiosas se multiplican y se habla de incluso un oscar. De intentar ser un documento sobre la revolución y el proceso social en marcha en Venezuela, el material rodado por Kim Bartley y Donnacha 0'Briain se convirtió en un reportaje sobre un golpe de estado más en Latinoamérica (se cuentan 283 golpes desde 1929 hasta 2001) que duró 47 horas. Pero lo excepcional de la cinta, con la capacidad fílmica de lo urgente, de un periodismo cívico que utiliza los medios para denunciar lo injusto, es que las cineastas tuvieron acceso a las reuniones del gabinete, filmaron el golpe, encararon el ultimátum de bombardeo ; una vez dado el golpe filmaron al gobierno golpista, presencian la toma del palacio por parte de la tropa de elite y el momento en que se comunica a los golpistas que son prisioneros : lograron una mirada desde el interior del golpe, antes, durante y después del golpe. Filmado con la visceralidad del que vive los acontecimientos junto a los protagonistas y posee un medio de expresión para la denuncia y la información con la pasión, el miedo y la valentía que rasgan la retina de la cámara, el film es un ejercicio que denuncia las malévolas capacidades manipuladoras de los medios privados y un febril ejercicio de cómo se conspira contra un gobierno democráticamente elegido. Dos aspectos centrales son, por un lado, la clara manipulación de los sucesos de Puente Llaguno, y por otro, el que muestra imágenes inéditas donde los canales de televisión confiesan cómo organizaron el golpe junto a un sector del alto mando militar. Tal manifestación de golpismo convicto y confeso, jamás registrado en la repleta lista de golpes latinoamericanos constituye un verdadero impacto periodístico, semiótico y político.

El género documental está en alza. Habrá quien filme las inquietudes musarañísticas cotidianas de ciudadanos aburridos. Pero desde el mítico Shoa de Claude Lanzmann , pasando por "La batalla de Chile", "Harlan County USA" de Barbara Kopple, El oscarizado Michael Moore, "El efecto Iguazú, hasta "La revolución no será retransmitida", el documental comprometido nace con la conciencia de comunicar la verdad, a entreverla, a analizarla. Incómodos para el círculo librepensador más sectario, para liberales recalcitrantes y luchadores por la paz mediante la guerra, los documentales son herramientas para combatir la manipulación de falsimedia.

Por David Franco Monthiel
Cadiz Rebelde, 19 de diciembre de 2003


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